Tenemos la suerte de ejercer la mejor profesión del mundo. Sabemos que esto es opinable, pero, siendo sinceros, ¿hay algo mejor que vivir del hecho de contemplar, estudiar, interpretar y dar conocer la belleza en todas sus formas? Porque, en esencia, eso es lo que es para nosotros el ejercicio profesional de la Historia del Arte. Aunque estamos convencidos de que todas las profesiones, absolutamente todas, son vocacionales (al menos si se pretende hacerlas por algo más que por el hecho de cobrar un sueldo), a nuestro entender la nuestra figura en ese selecto grupo de aquéllas que no se ejercen precisamente con el fin de hacerse millonario. Y si tenemos en cuenta la inestabilidad que caracteriza nuestro sector laboral, si alguien se aventura en estos caminos sinuosos es porque de verdad le gusta. Sin embargo, aunque no sea un recorrido sencillo, la verdad es que las satisfacciones están presentes desde el principio. La etapa de formación universitaria en Historia del Arte está llena de momentos de verdadera contemplación estética, y el descubrimiento de maravillas se convierte casi en el pan de cada día. No se confundan, hay también épocas de dificultad, esfuerzo y frustración, pero lo general se trata de un periodo en el que la mayor parte del tiempo disfrutas como un enano, y eres como una esponja que absorbe lo mejor de otras épocas, lugares y culturas. Pero lo bueno es que esta curiosidad no se sacia nunca; siempre quieres ver más, conocer más, y allá donde te lleve la vida tu mente estará abierta a descubrir, valorar y respetar otras realidades artísticas. La Historia del Arte no es sólo una lista de autores y obras, sino que te enseña a ser una persona que siempre busca (y encuentra) lo bello y bueno que tienen las manifestaciones culturales de las distintas sociedades, y por ende, las personas que las forman. Y lo mejor de todo es que no nos lo quedamos para nosotros, sino que estamos siempre pensando en cómo compartirlo con los demás.
Además, como nuestra formación no se limita a conocer cuadros, sino que abarca todos los campos en los que se expresa la creatividad humana (del pasado, del presente, y de las nuevas e infinitas formas que se nos puedan ocurrir), podemos decir que los profesionales de la Historia del Arte somos expertos en humanidad. Todas las emociones, ideas, sistemas de pensamiento, valores, dolores, miedos, ilusiones, fantasías, virtudes y defectos que conforman el complejo interior del ser humano salen a la luz en las creaciones artísticas. Y nosotros nos dedicamos a conocer todas las que podamos, para luego poder desarrollar nuestros proyectos. Y nos pagan por ello, ¿no es genial? Si estos argumentos no fueran suficientes para convencer al lector de que la Historia del Arte es la mejor profesión del mundo, buscaremos todavía alguno más. Algo tiene que tener esta disciplina para que haya tantos compañeros luchando con perseverancia por encontrar una oportunidad que les permita desarrollar esta profesión con dignidad. Puede que todo se reduzca al hecho de que nos encanta lo que hacemos. Y, si vas a tener que madrugar igual, mejor que sea por algo que te apasione. Y a nosotros nos vuelve locos la Historia del Arte.
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Como humanistas que somos, en Winckelmann & Asociados nos encanta el latín. Y dado que una parte esencial de nuestra labor es la defensa de nuestra amada profesión, hemos escogido un término latino para ilustrar lo que venimos a contar en este artículo, con el que esperamos, al menos, iniciar el debate. En este caso, lo que nos ha inspirado es un proyecto que conocemos desde hace tiempo, ya que, de hecho, siempre nos ha parecido que en España necesitamos algo parecido. Estamos hablando del Museums Advocacy Day, una iniciativa puesta en marcha por la American Alliance of Museums. El objetivo de esta celebración es reunir y preparar a los profesionales de los museos de Estados Unidos, para lograr una mejora de la realidad de estas instituciones a todos los niveles, presentando sus demandas ante el Congreso. Cada país tiene sus realidades y su estructura administrativa concreta, pero estamos convencidos de que un modelo similar es exportable a muchos lugares. En el caso de España, el entramado museístico está compuesto fundamentalmente por museos públicos, a diferencia de los museos americanos, que son en su mayoría privados. No vamos a entrar en las ventajas e inconvenientes de ambos sistemas, pero sí mencionaremos que, obviamente, el modo de establecer esta labor de "abogacía" deberá adaptarse a la situación concreta. Porque, regresando al latín, advocare (de donde procede el término Advocacy al que hemos aludido) significa precisamente lo que hace esta organización americana, ad-vocare, "llamar hacia" reclamar a un funcionario superior para que defienda el caso propio ante las instituciones de justicia. Y, en nuestra opinión, está muy claro que nuestros museos (tanto los públicos como los privados) necesitan un defensor. A nivel público, los presupuestos que se destinan a estas instituciones no alcanzan para garantizar siquiera un servicio mínimo adecuado (léanse las últimas noticias al respecto). Los funcionarios del Ministerio de Cultura, en el que se inscriben los principales museos españoles, son los peor pagados y peor recompensados de la Administración estatal, propiciando así una verdadera diáspora de grandes profesionales hacia otros sectores. Y ojo, que en estos casos, el desprecio no procede del Ministerio del ramo, sino de Función Pública, que desconoce la realidad y la importancia de estas instituciones, a pesar de emplear la cultura como arma publicitaria cuando es menester... Y por otro lado, a nivel social, los museos están insertos en la resbaladiza red del turismo cultural, apreciados en la medida que sean gratis o casi, en ocasiones relegados a mero pasatiempo en tardes de lluvia. Se espera todo de ellos (que cuesten poco, que ofrezcan muchas actividades, que organicen grandes exposiciones, que sean organizadores de eventos...), pero se les ofrece muy poco (financiación exigua, desconocimiento de sus problemas y de la realidad de su trabajo, una corta proyección profesional, escasa valoración social de las carreras y profesiones del museo...). Estas son sólo algunas de las dificultades a las que se enfrentan nuestras museos. Es cierto que todo se suple con la buena voluntad y el esfuerzo de tantas personas que trabajan directa o indirectamente en ellos, y que aman su profesión y nuestro patrimonio cultural. También es verdad que hay grandes mecenas, conocidos y anónimos, que aportan lo mejor de sí (y no nos referimos sólo al apoyo económico) para que los museos españoles puedan seguir ofreciendo su riqueza a la sociedad. Sin embargo, creemos que no es justo, ni positivo, que las instituciones, las administraciones, las empresas, y todas aquellas entidades que tienen un papel importante en la vida del país, así como la sociedad en general, continúen cerrando los ojos ante estas carencias, que nos perjudican a todos. No sabemos si un "Día de la Abogacía de los Museos" sería un proyecto viable en España, o siquiera si podemos reclamar algo ante el Congreso de los Diputados. Pero sí creemos que alguna manera habrá de formar a nuestros profesionales de museos, y a las personas que trabajan con ellos, para poder cambiar las tornas. Necesitamos esa concienciación por parte de todos, para poder llegar hasta los últimos niveles gubernamentales, y fomentar la protección de nuestros museos e instituciones culturales. ¿Alguna idea? El Ministerio de Cultura y Deporte ha publicado recientemente los Informes de Nuestros Museos (aquellos gestionados directamente por la Subdirección General de Museos), como ha hecho en los últimos años. Estas publicaciones son de gran utilidad para conocer la situación de los museos estatales, y darnos una visón más amplia de la realidad museística de nuestro país. En este caso, a nosotros lo que nos interesa especialmente es el informe "Nuestros Museos son profesionales", ya que recoge una serie de datos que nos hacen ver los puntos de mejora, y sobre todo, las carencias, que presenta este ámbito para los profesionales de la Historia del Arte. A continuación, expondremos algunos de ellos de manera somera, para poder arrojar algo de luz sobre lo que estas estadísticas significan a la hora de enfrentarse a la estabilidad y dignidad laboral de nuestro gremio. Para comenzar, diremos que los datos publicados corresponden al año 2020, por lo que, si bien es cierto que el último año ha supuesto una gran crisis a todos los niveles, no deja de serlo que el cambio será duradero y que arrostraremos sus consecuencias durante largo tiempo. Por ello, la información recogida no debe ser asumida como expresión de una realidad transitoria, sino más bien como un verdadero espejo de las nuevas circunstancias, que no tienen nada de efímero. Pues bien, ya de entrada sorprende que, sumando las plantillas de los 16 museos estatales, el número total de empleados sólo ascienda a 813 personas. Lo que nos hace pensar que los profesionales de estas instituciones están sobrecargados de trabajo, y que es preciso ampliar las contrataciones, especialmente si tenemos en cuenta que hay gran cantidad de profesionales de la cultura esperando que les den una oportunidad. Por otra parte, nos parece especialmente representativo de la situación actual el hecho de que, de todas las personas que trabajan en estos museos, sólo un 25% esté constituido por técnicos de museos (que son, a la larga, los que mayor responsabilidad tienen), frente al 60% que se dedican a la atención al visitante, y que, de hecho, ha aumentado en el último año. Por una parte, esta amplia diferencia se debe a la importancia del público en el planteamiento de las actividades y programas del museo. Sin embargo, a nuestro juicio, estos datos ilustran también una realidad no tan positiva. Como muchos de nosotros sabemos, la contratación de personal dedicado a servicios y atención al visitante es mayoritariamente de carácter externo, a través de empresas subcontratadas. Es decir, que gran parte de ese 60% de los empleados de nuestros museos se encuentran en una situación laboral precaria e inestable, y están además sobrecualificados para el empleo que realizan. No os desvelamos nada nuevo. ¿Quién de nosotros no conoce esta situación? Hay cientos (por no decir miles) de jóvenes profesionales de la Historia del Arte que, buscando comenzar una carrera museística, ha aceptado un empleo en las taquillas, el guardarropa o la tienda de un museo, a cambio de un sueldo bajo, unos horarios incompatibles con una vida personal y familiar sana, y sin posibilidad de aprovechar su formación y su potencial. En nuestra opinión, que haya pocas ofertas de empleo no constituye una excusa para seguir perpetuando este tipo de empleo indecente, sino todo lo contrario: se trata de ofrecer posibilidades dignas, en lo económico y en lo profesional, porque, de hecho, hay muchas tareas por realizar. Lo que falta es voluntad por parte de las instituciones para establecer convenios adecuados, o, aún mejor, para contratar directamente a su personal, sin descargar esta responsabilidad en empresas que no siempre ofrecen todas las garantías. En otras ocasiones hemos hablado de cómo formar parte de ese 25% afortunado que puede desarrollar su carrera profesional de una forma más estable, y sobre todo, más acorde al verdadero perfil de un profesional de la Historia del Arte que quiere trabajar en un museo. Sin embargo, en Winckelmann & Asociados no podemos olvidar que gran parte de nuestros compañeros que realizan su labor en muchos de nuestros museos están trabajando en unas condiciones que muchas veces les llevan a abandonar su ilusión y vocación profesional. Por eso, desde aquí os animamos a todos a que compartáis vuestras opiniones e iniciativas con nosotros, y con las personas de vuestro entorno, para dar visibilidad a una situación que no debe prolongarse. Además, os invitamos a denunciar este tipo de ofertas de empleo indignas, y explorar todas las posibilidades que los museos ofrecen para nuestro colectivo. Asimismo, hacemos un llamamiento a todos los responsables de estas instituciones y empresas, para que se hagan cargo de esta realidad, y que traten de aportar soluciones y vías de cambio. Estamos convencidos de que las hay, tan sólo hay que poner voluntad, un poco de innovación, y, sobre todo, ganas de trabajar por el bien común. |
AutorTeresa Viada Gálvez, Licenciada en Historia del Arte por la École du Louvre, y Graduada en Historia por la Universidad Complutense. Con experiencia profesional en diferentes museos e instituciones culturales, conoce de primera mano los procesos selectivos para los Museos Estatales españoles. Archives
October 2022
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