Creo que no me arriesgo mucho al afirmar que, como historiadores del arte, hemos ejercido de guías museológicos y turísticos de forma oficiosa en muchas ocasiones. Porque, aunque a lo mejor nuestro trabajo profesional no esté relacionado con este perfil, nuestros familiares y amigos "explotan" esa capacidad que tenemos de extraer todo el significado a exposiciones y monumentos. A veces nos puede entrar un poco de complejo de "enciclopedia con patas", dependiendo de la actitud de quien nos escuche, pero en general, creo que lo hacemos con gusto, por compartir lo que sabemos y por hacer que los demás disfruten de lo que nos apasiona. Pero podemos sacarle más jugo a esta costumbre casi universal, en términos de visibilidad y apreciación social de nuestra profesión. Porque este servicio puede servir de trampolín para mostrar que la comprensión del arte, de la historia y los contextos sociales, económicos, políticos y filosóficos que toman parte en la creación de las obras y los monumentos, exige preparación, y mucha. No somos un listín de nombres de autores y fechas, ni un cuadro sinóptico que asocia ciertas características formales a un nombre de un estilo concreto. Creo que nuestra cabeza se parece más a un océano de islas comunicadas entre sí por distintos puentes, que a unas páginas amarillas. Y eso no se aprende ni en poco tiempo, ni sólo en los libros. Son muchas horas de estudio e investigación, sí, pero también muchas miradas atentas, contemplación, creación de un gusto propio, curiosidad infinita, y al mismo tiempo saber que nunca acabarás de abarcar algo que no para de crecer, como es la creación artística y su historia. Digo esto porque pienso que es lo que podemos transmitir cuando acompañamos a nuestro "público cautivo" a cualquier evento o actividad cultural. Si dejamos que los demás piensen que la Historia del Arte es sólo un conjunto de datos que hay que memorizar para saber identificar una diapositiva, y que eso es lo único que importa, empobrecemos mucho nuestra propia profesión. Y es que, cuando terminas la visita y te dicen "cuánto sabes" o "gracias, sin ti lo habríamos disfrutado mucho menos", nos están dando el pie para hacer ver la importancia de nuestros estudios, y de todo lo que podemos aportar, no sólo a nivel general, sino, sobre todo, a cada persona. Porque al final, si cada uno ve que la introducción en un poco de Historia del Arte le resulta una experiencia agradable y enriquecedora, se iniciará un proceso que, lentamente, hará que la sociedad en su conjunto entienda que somos necesarios. Por otro lado, también somos los mejores embajadores del trabajo de otros compañeros de profesión, y de su tarea, y podemos contribuir desterrando la idea de que los profesionales de la cultura trabajamos "por amor al arte", si animamos a nuestros amigos a entender que la protección y la promoción de la cultura es responsabilidad de todos, también en lo económico. En definitiva, en no pocas ocasiones somos nosotros los que, precisamente fuera de nuestro ámbito de trabajo, tenemos la oportunidad de hacer comprender la importancia y la necesidad de nuestra profesión, procurando que quienes nos acompañan vivan una experiencia junto al arte que va mucho más allá de hacerse un selfie con la Gioconda, o publicar en Instagram una historia del menú de la cafetería del museo de turno. Porque, como todo el mundo sabe, nadie valora lo que no conoce. Y la mejor manera de cambiar algo es empezar por lo que se tiene más cercano. Puede que no esté en nuestras manos decidir qué empresa se hará cargo de la externalización de servicios de los museos de nuestra ciudad, pero sí lo está hacer que nuestros seres queridos entiendan el porqué y el para qué de la tarea que realizamos.
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Jesús Cantera Montenegro es uno de los profesores más estimados en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Decenas de promociones de historiadores del arte han descubierto en sus clases los misterios de la iconografía, lo divertido de las “monerías” del Rococó, y han deseado visitar Francia entera. Repasamos con él el panorama de la Historia del Arte en nuestro país, el pasado, el presente y el futuro de los estudiantes, las posibles salidas profesionales de esta carrera universitaria, y recordamos por qué nos gusta tanto el arte**. ¿Cuál fue su primer contacto con el arte? ¿Cuándo sentí la afición por hacer arte? Pues fíjate, con una cosa tan curiosa como guardar los christmas de Navidad y por ahí empecé y me fue gustando, y, quieras que no, también por tradición familiar; mi madre y mi abuelo hicieron estudiaron Historia. Pero arte… los christmas influyeron un poquito. Y desde ahí, ¿decidió estudiar arte? Bueno, no te lo planteas cuando eres pequeño. Cuando terminé COU me planteé la carrera que quería estudiar y pensé si hacía Derecho, Periodismo, Historia y ya una vez elegida Historia, dudaba un poco en la especialidad, pero al terminar primero me quedó claro que era Arte. Y ahí me influyó mucho la profesora que tuve, Ana Domínguez, del departamento de Arte Medieval. Me gustó cómo daba las clases, me atrajo y me decidí definitivamente. Y fue la decisión definitiva por arte. Y, ¿había muchos alumnos por aquel entonces? Sí, sí. Estábamos en un aula unos 300, fácilmente. Empezamos en el edificio A de Filosofía y Letras. Y además empezamos con el calendario juliano, por el ministro Julio Rodríguez que planteó que el curso en vez de empezar comenzar en septiembre o en octubre, empezara en enero, con el año natural. Entonces el primer trimestre no tuvimos clase y empezamos en enero. Luego cambió el ministro y se volvió a lo que era más lógico. Y por eso somos los del calendario juliano. Quedaron algunas materias sin ver pero bueno, lo llevamos. La decisión de ser profesor, ¿cuándo llegó? Fue un poco la suerte de poder entrar, de poder acceder a una plaza que hubo. Si no, hubiera pensado mejor en museos. En mi caso no fue tanto la decisión de plantearte “voy a hacer esto”, como la oportunidad, y la suerte que tuve. ¿Qué asignatura fue la primera que impartió? Empecé con el arte francés. De ahí me viene la afición al arte francés. ¿Siempre ha formado parte del Departamento de Historia del Arte Moderno? No, yo tenía atracción hacia lo medieval, incluso empecé la tesina en medieval, pero luego para la tesis pasé al barroco con las torres campanario de La Rioja. Mi director fue el profesor José María de Azcárate. A partir de ahí me fui orientando hacia la Edad Moderna. La tesis me marcó mucho. Cuando una persona empieza a estudiar Historia del Arte, se oyen frases como “esa carrera no tiene salida”, “te vas a morir de hambre” o “es una carrera muy fácil”. ¿Con qué argumentos podemos combatir esto? La verdad es que en estos momentos dificultades tienen todas las carreras. Quizás en algunas se agrava más, pero vamos a ver, tienes que plantearte una cosa: tampoco todos los médicos, arquitectos e ingenieros se colocan en lo que quieren, aunque ciertamente nosotros menos. Por ello hay que plantearse considerar otras vías en las que la que uno se pueda acercar lo más posible a lo que ha estudiado. No cabe duda de que el arte no puede dar salida a todo el mundo, pues si todos los años entran 300 alumnos en la Complutense, contando toda España, podemos ponernos en una cifra de 600 ó 700 estudiantes, cifra que es imposible que la absorba el mercado. Ante ello lo que hay que plantearse es conseguir una formación lo más completa posible y luego buscar a veces los caminos por otras vías. Y suponemos que en Historia del Arte, también es importante la especialización en algo, ¿no? Si te vas a dedicar al arte sí conviene especializarse en algo. Pero lo que deberíamos plantearnos es una defensa de lo que son aspectos de nuestra incumbencia, como pueden ser por ejemplo las memorias históricas en los proyectos de restauración arquitectónica, que deben de ser redactadas por un historiador del arte. Vas a los archivos, haces un estudio de la historia del edificio y haces un informe que pasas al arquitecto y (con el que el arquitecto) así éste tiene un conocimiento histórico del edificio en el que puede ver las actuaciones que se llevaron a cabo en otros momentos, completando así la inspección visual y técnica del edificio. A mí me ocurrió algo así, trabajando en algunas iglesias con un arquitecto, Carlos Clemente, que tenía las ideas muy claras en este sentido. En concreto, en la de Támara, en la provincia de Palencia, había un pilar que fallaba y del que la documentación nos hizo ver que ya había fallado en épocas anteriores. Con ello, el arquitecto pudo enfocar mejor la actuación de la restauración. Para llevar a cabo esta tarea investigadora no cabe duda de que quien mejor preparado está es el historiador del arte, que sabe manejarse en el archivo y tiene conocimientos artísticos y de técnicas artísticas. Éstas, y otras tareas de este tipo son algo que deberíamos defender. Quizás defender todo lo que está capacitado para realizar un historiador del arte, más allá dar clases e investigar. Como, por ejemplo, la participación en las operaciones de recuperación de bienes de Patrimonio Histórico que lleva a cabo la Guardia Civil. Si te refieres a las oposiciones a la Guardia Civil y a la Policía, son cosas distintas, porque las oposiciones son para el ingreso en la Guardia Civil y en la Policía y el acceder a los servicios de patrimonio es algo en lo que sobre todo influyen otros factores como la antigüedad, destinos anteriores, méritos, etc. Aunque el ser licenciado en Historia del Arte sin duda puede suponer un mérito. ¿Cree que, con el tiempo, la oferta laboral para los historiadores del arte aumentará si conseguimos que se invierta más en museos o en actividades culturales? Sin duda aumentaría, pero todo eso es cuestión económica y tiene que generar mucho beneficio para que Ayuntamientos, Comunidades Autónomas o el Estado inviertan. Tendría que generar muchos beneficios. Aquí en España tenemos un turismo que, queramos o no, es de sol y playa. En el momento en el que fuese un turismo cultural entonces sí que haría falta que hubiera personas para atender como guías o conservadores en uno o varios monumentos. Pero mientras no lo haya, nada. La gran masa de nuestro turismo fundamentalmente sigue siendo de sol y playa y no salimos de ahí por mucho que nos hablen de turismo cultural, artístico, gastronómico, etc. En Castilla y León vemos que tienen edificios con problemas de mantenimiento que podría solucionarse con una actividad de visitas, y digo Castilla y León como puedo decir Castilla la Mancha, o cualquier otra comunidad, incluso las de la costa del Levante. Porque, tristemente, la mayoría del turismo que se dedica a disfrutar del sol y playa no suele tener interés en para visitar un monumento artístico. Si se activara ese turismo, indudablemente sería muy beneficioso para los historiadores del arte. El futuro profesional de los estudiantes, ¿lo ve muy negro, gris o de ningún color? Para dedicarse a la Historia del Arte, mal. Algunos sí, porque el mercado siempre absorbe algo, pero la masa mal. Lo único positivo es que se tiene una formación muy abierta que permite orientarse hacia cualquier otra profesión. La verdad es que se adquiere una forma de razonar y una cultura que puede abrir muchas puertas, y hemos de tener en cuenta que casi siempre las empresas buscan a quien tenga la cabeza bien colocada y un buen nivel cultural. Y es hacia ahí, hacía donde podría orientarse el alumno. Los estudiantes, cuando terminan la carrera, ¿tienen algún tipo de preparación amplia, no sólo referente a la Historia del Arte, sino a nivel general? ¿Cómo les ve usted? Desde siempre, cuando terminas la carrera no tienes un conocimiento total de las cosas, pero es cierto que actualmente hay un menor conocimiento general, en parte porque la formación general es peor, pero este es un problema que está en toda la sociedad. Aparte de estar dispuesto a estudiar mucho, hacen falta muchas cualidades para ser un buen historiador del arte. ¿Qué se necesita? Yo creo que ver mucho. Fundamentalmente ver. Ir educando el ojo. Pero muchas veces es lo que falla porque no puedes viajar, y ver las obras en directo, por ejemplo. Bueno, pero hay que procurar visitar los museos y monumentos que se tienen a mano, y suplir los viajes con las posibilidades que ofrece el mundo actual, como la consulta de libros con muy buenas láminas y todo lo que hay en Internet. Antes sólo estaba el Summa Artis como gran repertorio de imágenes, pero era en blanco y negro y los colores había que imaginarlos. En fin, además de la lectura, educar la vista hace mucho y aunque las habilidades de cada uno en este caso son distintas, hay que aprovecharlas con los medios que se tiene a mano. ¿Se nota mucho la diferencia entre Licenciatura y Grado? A nivel de personas es prácticamente igual, pero sí que hay algunas diferencias que vienen determinadas por el sistema docente que se ha implantado, ya que el gran número de horas dedicadas a las prácticas, con numerosos trabajos exigidos para conseguir muchas calificaciones parciales, hace que los estudiantes apenas tengan horas libres. Yo los veo, por lo general, bastante agobiados en este sentido. Además, siguen con la rutina de la enseñanza secundaria de un control constante por parte de los profesores y con todo un programa de actividades muy rígido que hay que cumplir a toda costa, habiéndose perdido, en cierto modo, el sentido que tenían los estudiantes de Licenciatura de responsabilizarse ellos mismos de hacer su propia programación del tiempo y de preparación de la asignatura. Y a la hora de trabajar, eso se notará. Prácticamente, acaban de salir las primeras promociones del Grado de Historia del Arte de la Complutense, por lo que todavía no se puede saber, y sobre todo porque aún han de hacer un máster, ya que a ellos prácticamente no les vale sólo con el título del Grado. Por ello aún es pronto para decir cómo se integran en el terreno laboral. Respecto a la formación, yo creo que más o menos salen con la misma, no vamos a decir que peor o mejor, y aunque quizás en conocimientos generales puedan salir peor, también es cierto que a través de las prácticas quizás tengan una mejor preparación para enfrentarse a algunos otros aspectos laborales. Pero las prácticas en una carrera "de letras" como ésta, son un poco limitadas, ¿no es así? Sí. Hay que sacar ingenio para plantearlas, pero es cierto que muchas veces se repite el mismo tipo de práctica en bastantes asignaturas. ¿Qué tipo de prácticas se realizan en estos estudios? Cada uno hace lo que considera oportuno y lo que puede, pero al final viene a ser lo mismo. Muchas veces son comentarios de texto, análisis de obras, ver películas para analizar el contexto histórico artístico, visitas a monumentos o conjuntos artísticos, etc. Es un sistema con el que hay bastante descontento por parte de muchos profesores y alumnos, sobre todo por constar de muchas horas frente a la parte teórica, que queda algo corta, aunque también es cierto que tiene defensores. Lo que parece indudable es que tras unos años de experimentación convendría hacer algunas reformas con vistas a aprovechar lo que tienen de bueno, y evitar aquellas cosas en que se han visto deficiencias o problemas, porque indudablemente los tienen. ¿Y, los alumnos, son receptivos, se muestran interesados? Sí, sí, desde luego, aunque cada grupo es diferente y, es curioso, funcionan como algo homogéneo. Puede que estés dando una asignatura al grupo A que la encaja de una manera distinta al grupo B que das a continuación, así que la receptividad depende de las personas, de los años y del grupo como masa, pero, en general, sí son receptivos. Quizás yo también he tenido la suerte de impartir asignaturas que eran atractivas. ¿Sigue habiendo gente mayor en las clases? Porque era un rasgo característico de estos estudios... Sí, sigue habiendo alguno que hace el Grado. Tienen más problemas porque tienen muchos trabajos y la asistencia obligatoria y controlada, pero sí que hay gente mayor. Hubo más en licenciatura pero sigue habiendo y no han cambiado, de forma que siguen siendo muy competitivos porque quieren demostrarse a sí mismos y a los demás compañeros y a la familia que son activos y que a pesar de los años pueden enfrentarse al esfuerzo que supone hacer una carrera universitaria. Que a los jóvenes, a nivel social general, no les interese el arte o la cultura, ¿ considera que es algo que proviene de la educación que se da en los colegios e institutos? Sí es cierto que en general hoy hay un desinterés por la cultura, y lo que es peor, hay muchos que presumen de ello. Pero yo no creo que el colegio influya en ello, al contrario, en los colegios se trata de fomentar el interés por la cultura, el problema viene de la sociedad en general que antepone otros valores a los culturales. Pero si desde que los niños están en el colegio, se les empieza a llevar a los museos, iglesias… esto cambiaría. Y se educara la sensibilidad también. Sí, sí, eso hace mucho, la cultura que se les vaya proporcionando desde pequeños. La sensibilidad que cada uno tiene hay que hacerla aflorar y educarla, y yo creo que eso sí se hace, pero el problema es lo que decía antes, la sociedad actual aunque presuma de fomentar la cultura, en el fondo antepone otros valores a los culturales. El éxito social se establece a través de otros factores que no son precisamente los culturales. ¿Con qué disfruta más? ¿Dando clase, investigando, colaborando con otras instituciones...? Creo que ahora mismo dando clases y preparándolas. ¿Hay muchos estudiantes que quieren ser profesores en la universidad? Sí los hay, pero la mayoría no se lo llegan a plantear porque lo ven como muy difícil, y realmente lo es en estos momentos. Alguna anécdota de clase curiosa o sorprendente que nos pueda contar. No recuerdo ahora, pero por decir algo, quizás aquello que me ocurría cuando impartí una asignatura que se llamaba “Civilización francesa” y en la que daba una visión de Francia a través de las antiguas provincias. En cada una de ellas daba un poco de arte, de historia, de geografía y de costumbres, terminando con una receta de cocina, que también es una faceta de cultura y civilización, y donde también se reflejan las condiciones geográficas. Así, el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, llevaba algunos dulces caseros hechos por mí para repartir en clase. Pues resulta que como de un año a otro ya se sabía, los alumnos acabaron llevando también algo, con lo que había una celebración más importante donde incluso en ocasiones hubo hasta cava. ¿Tiene una obra de arte o artista favorito, una época o un estilo? Hay dos que me atraen mucho: la pintura flamenca del siglo XV y el Barroco y quizás aún más, el Rococó. Éste quizás porque, como sabéis, lo he impartido varios años y cada vez me ha ido gustando más, aunque de siempre me había atraído. El haber podido tener esa asignatura realmente ha sido una suerte. En el aspecto técnico sin duda lo que más me ha interesado es la arquitectura. Personalmente, ¿qué le aporta el arte? Satisfacción personal de disfrutar de algo que me atrae, pues sin duda la estética toca al sentimiento y al espíritu, y aunque haya aspectos que no atraen, ya que el concepto de belleza y fealdad es muy personal, te centras en lo que verdaderamente te satisface. Y si además de satisfacer el espíritu puedes ampliar el conocimiento de esa materia y transmitirlo a los demás, la satisfacción es aún mayor. ** Esta entrevista fue realizada en 2014 como parte del proyecto de difusión cultural Una Caja de Sorpresas, de cuyo equipo formamos parte. La reeditamos aquí porque consideramos que puede resultar interesante para los alumnos, tanto antiguos como actuales, del profesor Cantera, y para los historiadores del arte que se preocupen por la situación general de la profesión. Como sabemos, dedicarse profesionalmente a la Historia del Arte no siempre es fácil. Y mucho menos si uno está solo en su esfuerzo por dignificar y defender este oficio. Por ello, la asociación con otros profesionales constituye una herramienta eficaz, que posibilita la unión de fuerzas individuales e institucionales que puedan lograr la visibilidad y valoración socia de los historiadores del arte y su trabajo, así como la defensa de los intereses de todos. Así, en Winckelmann & Asociados no podemos dejar de presentar una de las plataformas profesionales más recientes y más activas, APROHA (Asociación Profesional Española de Historiadores del Arte). El proyecto surgió en 2015 al amparo de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, como alternativa a las tradicionales formas de asociación en los diversos Colegios de Licenciados y Doctores, que presentaban, en muchos casos, algunas limitaciones a la hora de atender a los intereses concretos de los colegiados de las secciones de Historia del Arte. Entre sus motivos fundacionales, destaca el objetivo de redirigir la situación en la que se encuentra nuestro sector profesional, marcada por la falta de oferta adecuada a la formación recibida, el intrusismo laboral, y un estado anímico definido por la falta de ímpetu y la escasa valoración que la sociedad otorga al historiador del arte en general. Por ello, sus fines "abarcan todos aquellos relacionados con la defensa, impulso, apoyo, reclamación o representación de los Historiadores del Arte en el ejercicio de su actividad profesional sea cual sea su ámbito o dimensión, incluida la formación especializada", como podemos leer en la página web institucional de APROHA. De este modo, la Asociación, presidida por José Castillo Ruiz (Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada), lleva a cabo actuaciones destinadas a cumplir con metas como la demarcación del ámbito profesional de la Historia del Arte, asesorar a los asociados, fomentar la colaboración con los agentes académicos y laborales, la puesta en marcha de actividades formativas y de perfeccionamiento profesional, y el ejercicio de la representación de los socios en las pertinentes reclamaciones laborales. Algunas de las actuaciones que ilustran la vocación de APROHA van destinadas a la concienciación social sobre nuestro colectivo, como la propuesta para la celebración del Día de los Historiadores e Historiadores del Arte, y otras van encaminadas a la reclamación de las tareas profesionales que nos corresponden, sobre todo en el campo de la difusión cultural. En este sentido, podemos citar la campaña que se llevó a cabo en 2017 con motivo del Día Internacional de los Monumentos y Sitios, en el que se instaba a la participación en las redes sociales (ámbito en el que la Asociación está muy activa) bajo el lema "Soy Historiador del Arte y no me permiten explicarte este monumento", y el hagstag #soyhistoriadordelarte, todo ello acompañado de un manifiesto. Además de este tipo de actuaciones, destacan también las denuncias que se tramitan desde la Asociación, como las quejas interpuestas a algunos museos que excluían a los historiadores del arte de sus actividades o en sus ofertas de trabajo, o en casos de intrusismo laboral. A todo ello hay que añadir una amplia gama de iniciativas destinadas a la defensa profesional y los perfiles laborales de un historiador del arte, como la reclamación de la acreditación como Intérprete del Patrimonio, o también los diferentes programas de formación y capacitación profesional, desde el peritaje forense de historia del arte, hasta tasación, pasando por técnicas como el photoshop o la ilustración. Se trata, en definitiva, de defender la valía de los historiadores del arte, a través de la promoción de un punto de unión para formar un colectivo profesional con la fuerza necesaria para lograr un desarrollo más justo y adecuado de nuestra actividad, mediante el trabajo con las instituciones y las administraciones, y propiciando el reconocimiento social de nuestra profesión. Y, ¿qué ventajas tiene formar parte de esta Asociación? Además de la posibilidad de ser receptor directo de todas estas actividades y actuaciones mencionadas y participar activamente en este proyecto, el socio de APROHA tiene acceso pleno a los servicios de asesoramiento y representación, así como a cursos e iniciativas de formación, y descuento en las correspondientes matrículas. Por otro lado, podrá acceder a los informes, estudios y dossieres elaborados por la Asociación, y a las ofertas de empleo que se tramiten a través de la misma. Por último, también gozará de entrada gratuita a ciertos museos adheridos a convenios con APRHOA. Podrán solicitar inscripción tanto los profesionales de la Historia del Arte y otras disciplinas afines, como los estudiantes, éstos exclusivamente, de Historia del Arte. En el caso de los primeros, la aportación de la cuota anual asciende a 80€ y para los segundos, será de 20€. Por otra parte, de los resultados que se desprenden de la encuesta realizada por Winckelmann & Asociados, tan sólo un 22% de los historiadores del arte participantes pertenecen a un colegio o asociación profesional, si bien es cierto que un cuarto del total (25,6%) afirma que le gustaría formar parte de alguna de estas instituciones; y un 40% de los asociados o colegiados lo considera útil en su trayectoria profesional. Por ello, somos de la opinión de que un colectivo profesional bien gestionado puede ser un punto de apoyo eficaz para el historiador del arte individual, que tiene la opción de participar con la intensidad que considere adecuada. Desde aquí os animamos a que os involucréis en APROHA, o en cualquier otra asociación o colegio profesional que sea de vuestro agrado y os ayude a desarrollar una carrera sólida y con garantías, y que defienda vuestros intereses. Porque pensamos que si uno cree en algo, debe comprometerse en la medida de sus posibilidades, y aportar lo que esté en su mano para que nuestros esfuerzos redunden en beneficio de todos. |
AutorTeresa Viada Gálvez, Licenciada en Historia del Arte por la École du Louvre, y Graduada en Historia por la Universidad Complutense. Con experiencia profesional en diferentes museos e instituciones culturales, conoce de primera mano los procesos selectivos para los Museos Estatales españoles. Archives
October 2022
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