Además de las tareas habituales en las que podemos desarrollar nuestra labor profesional, los historiadores del arte podemos dedicarnos a materias que, aunque no son las que todo el mundo asocia a nuestro perfil, estamos más que capacitados para abordar. Y es que, al contrario de lo que la mayoría de la sociedad parece pensar, la Historia del Arte va mucho más allá del relato formal y estilístico de la pintura, la escultura y la arquitectura. Nuestra formación incluye, además de conocimientos en estas tres disciplinas artísticas, el estudio de ciencias sociales fundamentales para comprender la Historia del Arte, como son la Historia y la Estética (que forma parte de la Filosofía), o la Museología. Y, por supuesto, tenemos nociones básicas con respecto a las técnicas artísticas, y en muchos casos, incluso sabemos poner en prácticas dichas técnicas. Pero eso no es todo. El arte no se acaba en el lienzo o el mármol, ni muchísimo menos. En muchos de los planes de estudios figuran asignaturas troncales de Literatura, Música, Cine, Fotografía, o incluso Artes Escénicas. Y, por supuesto, todo el amplio mundo de las Artes Decorativas, las Artes Industriales, la Joyería o las Artes Suntuarias, por no olvidar el Mobilliario. Y, además, en los últimos tiempos se está comenzando a prestar más atención a la Indumentaria, algo muy necesario a nuestro parecer, ya que supone una de las manifestaciones más directas de la influencia de las ideas estéticas y las tendencias artísticas en la vida de las personas, amén de un claro reflejo de los principios concretos de una época y lugar determinados.
De modo que sí, los profesionales de la Historia del Arte no trabajamos sólo con las llamadas "artes mayores", sino que nos interesa todo aquello que pueda plasmar la evolución del concepto de arte en la historia, en su sentido más amplio. Es decir, que podemos dedicarnos a cosas de los más diversas. Estamos preparados para trabajar en el archivo de una casa de diseño de moda, en la catalogación de mobiliario, o en el asesoramiento de vestuario y ambientación de una obra de teatro, por ejemplo. Desde Winckelmann & Asociados os animamos no sólo a ampliar vuestro campo de acción profesional hacia disciplinas inicialmente insospechadas, sino también a hacer una labor de difusión de vuestra tarea, y a no dejar que se nos "encajone" dentro de los estrechos límites que tradicionalmente se nos han adjudicado. Creemos en una Historia del Arte con amplitud de miras, puesto que pensamos que nuestra disciplina es tan rica en interpretaciones y significados, que no podemos dejar de explorar nuevas materias y modos de hacer.
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Por mucho que se empeñen algunos, sentimos llevarles la contraria: no somos expertos en arte. Y nunca lo seremos. Y esta tajante afirmación viene a cuento porque últimamente estamos viendo artículos, publicaciones, reportajes y noticias varias en las que se afirma que Fulanito de Tal, Experto en Arte, ha hecho esto o aquello. O que Mari Pili Mindundi, Experta en Arte, ha comisariado tal muestra. Y resulta que ambos poseen un flamante título universitario en Historia del Arte. Por lo tanto, Fulanito es Historiador del Arte. Y Mari Pili es Historiadora del Arte. Y todos nosotros somos profesionales de la Historia del Arte. Parece una clase de gramática española, pero queremos recalcarlo. Y más ahora que existe el Título de Experto Universitario en infinidad de profesiones y oficios, como una forma más de especialización. El problema es que esta modalidad académica tiene una duración máxima de un año, con una carga lectiva de 20 a 40 créditos ECTS, cuando un Grado Universitario equivale a 240 de los mismos créditos. Y, a nuestro juicio, lo que capacita a una persona como profesional de la Historia del Arte es una formación superior, que otorgue los conocimientos y aptitudes necesarias para ejercer como tal. No un curso, por mucho que uno sea un apasionado del arte, e incluso en ocasiones se le permita, erróneamente, ejercer labores propias de un auténtico historiador del arte. Asimismo, volvemos a argumentar que si otras profesiones reciben una denominación adecuada a su formación, y con ello el reconocimiento social implícito, ¿qué hay de diferente en nuestro caso? Es decir, si un abogado es abogado, y no "experto en derecho" (que, obviamente, lo es), ¿por qué un historiador del arte no es apelado como tal? Si uno va al hospital, y le dicen que quien le va atender es "experto en medicina", uno preguntará, con cierta inquietud: "Pero... ¿no es médico?". Lo mismo puede decirse de los carpinteros, maestros, arquitectos, fontaneros, bioquímicos... Queremos profesionales, no expertos. Y al igual que en dichos casos, nuestra profesión tiene un nombre (maravilloso, por cierto), de modo que empleémoslo. Si no nos miramos a nosotros mismos con el respeto que merecen nuestros esfuerzos, no podremos pretender que la imagen que ve la sociedad sea la que responda a la auténtica valía de nuestro trabajo. Por ello, como defensores de nuestro oficio, nos parece oportuno llamar la atención sobre este punto. Por una parte, reclamamos, una vez más, que únicamente una persona con la adecuada formación en Historia del Arte debería ejercer las funciones que derivan de dicha disciplina, y consideramos que un mero título de Experto Universitario en Historia del Arte (o asimilados) no capacita por sí mismo para el ejercicio de nuestra profesión. Y por otro lado, os instamos a que, en el desarrollo de vuestra tarea como historiadores del arte, demandéis que os definan como tal, en orden a dar valor y contenido a nuestra labor profesional. No es nada nuevo que, ante cualquier crisis generalizada, el sector cultural suele llevarse la peor parte. Al menos a nivel económico y profesional, porque, como ejemplifica el Siglo de Oro, la falta de metal en el bolsillo a veces agudiza el ingenio artístico. Es posible que la historia se repita, y que asistamos a una renovación creativa. El tiempo lo dirá. Lo que sí sabemos que estamos en una situación muy difícil, que ha puesto patas arriba todos los aspectos de nuestra vida, en mayor o menor grado, y el ámbito profesional no ha escapado a este terremoto. Pero, en momentos de tambaleo, el trabajo puede ser uno de los mejores puntos de apoyo, que ayude a poner el resto de cosas en su sitio, o al menos a lograr cierta estabilidad. Nos mantiene centrados y nos ayuda a seguir adelante. Por eso, en Winckelmann & Asociados hemos pensado que podría ser positivo resaltar que de toda experiencia. por mala que sea, se puede aprender algo y obtener algo bueno. No lo decimos nosotros, sino que es una cuestión de resiliencia, ampliamente tratada por los profesionales de la materia. Por eso, dentro de lo que cabe, trataremos de "sacar partido" a esta situación, al menos en lo que a los profesionales de la Historia del Arte se refiere. Partimos de la base de que la crisis sanitaria que estamos viviendo va a suponer un grave bache económico, especialmente para nuestro sector. No podemos negarlo. Ahora bien, las actuaciones que en estos días han seguido los museos e instituciones culturales, así como muchas empresas de difusión artística y patrimonial, ponen de manifiesto varias cuestiones. En primer lugar, la capacidad de adaptación y de solución de problemas por parte de nuestros profesionales, que están haciendo lo inimaginable para que la cultura siga siendo parte de la vida de todos. Y por otra parte, se está observando claramente que la sociedad necesita acceder a la cultura, precisamente en los momentos de mayor dificultad e incertidumbre. De este modo, ha quedado patente que la cultura no es una cosa superflua, algo a alcanzar sólo cuando se ha alcanzado un determinado nivel de bienestar social. Al contrario, se está demostrando que el arte, la historia, la literatura, la danza, la música... son motores básicos de nuestras comunidades. De hecho, están siendo terapéuticos para muchas personas, que encuentran en la cultura un apoyo contra la preocupación, la tristeza, el miedo o la soledad. Precisamente en esta línea, las administraciones públicas españolas han comenzado a trabajar para elaborar un plan de actuación que permita revitalizar el sector cultural. Al margen de cómo se implanten las nuevas medidas y de su eficiencia a largo plazo, hemos de destacar que la reciente reunión ha sentado las bases para la declaración de la cultura como "bien de primera necesidad". Lo cual contribuye a la percepción social de nuestra profesión como un oficio fundamental para el desarrollo económico, y no como algo meramente decorativo. Como ya hemos tratado en otras ocasiones, es preciso hacer ver que somos necesarios. Además de las iniciativas oficiales, estos tiempos de cuarentena nos están dejando una serie de "fenómenos" que pueden suponer nuevas oportunidades para los profesionales de la Historia del Arte, abriendo nuevas vías de trabajo y de contacto con la sociedad, que podrán ser exploradas en un futuro. Por ejemplo, la tendencia de recrear obras maestras o no tan maestras, de la Historia del Arte, generada gracias a las redes sociales, es sintomática de muchas cuestiones. Por un lado, la identificación personal con las piezas que sirven de modelo contribuye a la percepción del arte como algo positivo, con efectos beneficiosos para la salud física y mental. Se aprecia así la necesidad de la cultura, su incidencia en la vida concreta de cada uno. Y, si el arte y su historia tienen algo que ver con la existencia personal, si tienen siempre algo que decir a todos, el papel de los historiadores del arte se torna imprescindible, para comunicar e interpretar ese contenido. Otro aspecto a nuestro favor es que las carencias de estos días harán que muchas personas aprecien lo que antes quizá no valoraban: poder acceder fácilmente a la cultura de una forma directa. Como suele decirse, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Todos somos conscientes de las "excusas" de nuestros amigos y conocidos para no visitar un museo, para no pagar un servicio cultural, para rechazar una formación humanística. Es posible que tras varias semanas de aislamiento, la experiencia de estar ante un objeto histórico-artístico se perciba como un tesoro, como un regalo de la vida que ahora añoramos. Y ahí estarán los profesionales de la Historia del Arte, dispuestos a hacer accesible esa vivencia a todos, investigando y conservando nuestra herencia patrimonial. Lo cual nos lleva a considerar otra de las cuestiones de debate en estos días: la digitalización. Porque, si bien es cierto que lo online nos ha salvado la vida en sentido figurado en estas circunstancias, posibilitando el trabajo y las comunicaciones de tantísimas personas, se plantea un interrogante de cara al futuro. ¿Serán sustituidas las visitas a los museos por vídeos a gran resolución? ¿Se recrearán las obras y monumentos en hologramas para hacer posible su contemplación virtual? En el fondo, los museólogos y pedagogos llevan varios años haciéndose estas preguntas, pero es verdad que parece que hemos llegado a un punto de inflexión. Nosotros no tenemos la bola de cristal, y no nos atrevemos a decir qué incidencia tendrá la virtualidad en nuestra actividad. De momento, nos remitimos a profesionales de la educación en museos, que podemos tomar como referencia. Las publicaciones de Nayra Llonch Molina y Joan Santacana acerca de la didáctica del objeto señalan que la experiencia en primera persona ofrece unos incentivos psicológicos, físicos y emocionales que difícilmente pueden ser sustituidos por el acercamiento virtual al patrimonio. Por nuestra parte, tenemos la esperanza de que este ayuno de cultura sirva para aumentar el apetito de acercamientos reales, y que la sociedad recurra a los historiadores del arte para saciarse. Estos son sólo algunos de los aspectos a destacar de las posibilidades que nos ofrece el cambio que estamos viviendo como sociedad. Va a ser una recuperación lenta y difícil, sobre todo teniendo en cuenta que el punto del que partíamos no era especialmente bueno. Pero no podemos dejar pasar lo bueno que podamos obtener de este momento, aprendiendo a trabajar con las herramientas que se nos ofrezcan. Hemos tratado de abrir algunas ventanas para los profesionales de la Historia del Arte, para que entre todos podamos ver un poco de luz que nos ilumine, y nos dé una dirección que seguir. Ahora, parte del trabajo nos corresponde a cada uno. Es preciso que nos hagamos oír, de manera individual y colectiva, tratando con las autoridades locales, autonómicas y estatales, para poder ofrecer un "bien de primera necesidad" como es la cultura y el conocimiento. |
AutorTeresa Viada Gálvez, Licenciada en Historia del Arte por la École du Louvre, y Graduada en Historia por la Universidad Complutense. Con experiencia profesional en diferentes museos e instituciones culturales, conoce de primera mano los procesos selectivos para los Museos Estatales españoles. Archives
October 2022
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