Una de las mayores preocupaciones de padres, profesores y amigos cuando un preuniversitario comunica su decisión de estudiar Historia del Arte queda formulada en la consabida pregunta: "¿pero qué salidas tiene eso?" Es verdad que esta profesión a veces parece un poco túnel, y que a menudo la salida parece tan lejana que uno empieza a dudar que exista. Pero bueno, al fin y al cabo, como ya hemos dicho, somos necesarios, y además, no cualquiera está capacitado para realizar las labores de un historiador del arte. Y, por otra parte, en Winckelmann & Asociados pensamos que ya es hora de desmontar ciertos prejuicios sobre nuestro oficio, ya que no es cierto que no haya trabajo para los historiadores del arte. Hay mucho que hacer, mucho patrimonio por difundir y por investigar, muchas exposiciones que comisariar, muchas publicaciones que editar, mucho arte por descubrir. Si falta algo, es la voluntad de las grandes empresas para gestionar adecuadamente los servicios culturales, la financiación de las instituciones públicas para poder contratar todo el personal que necesitarían. Y si sobra alguna cosa, es el intrusismo laboral. A nivel personal, no es mucho lo que cada uno puede hacer para crear puestos de trabajo. Es cierto que hay algunos valientes que se han atrevido a crear un proyecto empresarial propio (de los participantes en nuestra encuesta para profesionales del sector, un 14,9%), pero no es lo habitual, por las dificultades que todos conocemos. Sí es posible, sin embargo, emprender algunas acciones individuales, desde la denuncia de ofertas inapropiadas hasta la participación en acciones de defensa profesional, como abordamos en algunas entradas de nuestro blog. No obstante, creemos que es necesario desterrar la idea colectiva de que la Historia del Arte no tiene salidas, o de que hay otras disciplinas con mayor empleabilidad (lo cual no siempre es cierto, como en el socorrido caso del Derecho). Por ello, hemos decidido hacer una pequeña lista que ejemplifique, de manera genérica y sin ánimo de agotar todas las posibilidades, las principales aplicaciones laborales que tiene la Historia del Arte. Con ello, queremos proporcionar orientación a los que estén buscando un perfil profesional dentro del gremio, y también proponer argumentos para que nosotros mismos defendamos nuestra profesión, destacando la versatilidad de nuestra formación y nuestras capacidades. - Gestión cultural y patrimonial: desde la organización de actividades culturales y espectáculos audiovisuales, hasta la administración de servicios culturales de difusión, divulgación, etc. - Profesional de museos: los perfiles generales son de Conservador y Ayudante, en los museos públicos, tanto estatales, como autonómicos y locales. Además, hay una amplia variedad de tareas y especialidades en los museos, colecciones y fundaciones privadas. - Docente: abarca la educación formal (desde el colegio hasta la universidad, con la doble vertiente de la investigación) hasta las múltiples formas distintas de educación informal, que se desarrollan al amparo de asociaciones y fundaciones culturales, empresas de difusión artística y patrimonial, centros públicos para mayores, plataformas de educación colectiva o particular, museos, sitios arqueológicos o monumentales, etc. - Comunicador cultural y patrimonial: es una de las tareas de aplicación más amplia, desde mediador cultural o intérprete del patrimonio, hasta experto en comunicación digital, o incluso en la industria audiovisual con programas de contenido cultural y artístico. - Tasador de arte: trabajar autentificando y valorando bienes culturales para entidades públicas y privadas, particulares, empresas de seguro, o incluso para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como para casas de subastas, galerías, o agencias de compraventa en el mercado del arte. - Asesor del mercado del arte o agente de ventas: aconsejar sobre inversión en bienes culturales, tanto a coleccionistas particulares como públicos, en casas de subastas o galerías, así como a los propietarios de dichos bienes en sus transacciones comerciales. - Critico de arte y exposiciones: ofrecer un criterio experto en publicaciones o plataformas y medios de comunicación, para empresas de difusión o de eventos culturales, en periódicos y revistas, etc. - Editor cultural: trabajar como experto en edición de textos académicos, científicos y divulgativos sobre historia del arte, museos y patrimonio, así como en la gestión de las imágenes y su edición, derechos de autor, in design, etc. - Asesor histórico-artístico: ofrecer conocimientos de historia, cultura material, arte y patrimonio en su más amplio concepto a productoras de cine y televisión y de espectáculos y de teatro, a empresas de diseño de interiores o de exposiciones, de recreación de indumentaria, eventos históricos o elementos histórico-artísticos, y también en distintos proyectos de difusión y digitalización del patrimonio, como el desarrollo de interfaces turísticas, productos de merchandising, o apps para museos. Éstas son tan sólo las principales ramas en las que podemos desarrollar una carrera profesional como historiadores del arte, si bien es cierto que hay muchas más, y que están surgiendo nuevas especialidades, al amparo de la tecnología digital y de las grandes posibilidades que ofrecen los medios de comunicación. Para tener una visión más completa, os recomendamos este artículo de Croma Cultura, que ofrece también una visión práctica de cómo acceder a cada tipo de perfil profesional. Y, por supuesto, estamos abiertos a que compartáis con nosotros otras ideas y modalidades profesionales que sean interesantes, y que puedan ayudar a los historiadores del arte a encontrar su hueco en el complejo mercado laboral en el que estamos inmersos.
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No deja de ser sorprendente que, en una sociedad en la que los jóvenes tienen cada vez más independencia, y se inician en ciertas costumbres adultas a edades muy tempranas, todavía haya universitarios que estudian la carrera que les dicen sus padres. Cualquier profesional de la Historia del Arte habrá escuchado muchas veces, al hablar de su carrera, además del consabido "¡qué bonito..!", el añadido "Yo quería estudiar eso. Pero mis padres me dijeron que no tenía muchas salidas, así que hice Derecho". Y digo Derecho porque, a día de hoy, ninguna de estas personas me ha dicho que haya estudiado otra carrera universitaria, entre las muchas que hay. Supongo que habrá quien, ante el miedo, infundido por padres, compañeros y hasta profesores, decida dedicarse a otra cosa que no sean las leyes, pero lo cierto es que el sustituto habitual de la Historia del Arte (y de las Humanidades en general) suele ser el Derecho, como mucho acompañado por las maravillosas siglas ADE, en los casos más originales. Qué parecido tienen estas disciplinas con las de Humanidades, es algo que no logro asumir, pero seguramente eso es un defecto mío. El caso es que este tipo de sucedáneos académicos crea promociones de universitarios descontentos, que no se atrevieron a decidir por sí mismos, y se ven obligados a estudiar lo que no les gusta, y están abocados, en su mayoría, a una vida profesional carente de vocación. Y además, no van a encontrar muchas más oportunidades de empleo que si hubieran estudiado Historia del Arte. Eso es lo que sugieren los datos del Informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, presentado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en julio de 2019, y cuyos resultados principales pueden leerse en este artículo de El País. Así, los titulados universitarios en Historia del Arte están entre los que menos posibilidades tienen en el mercado laboral, ya que sólo el 55,2% de ellos tiene trabajo después de cuatro años. Pero es que los graduados en Derecho sólo están dos puestos por encima, con un índice del 55,8 %, por debajo incluso de Filosofía (56,1%). Y está bastante lejos de compararse con la empleabilidad de las carreras universitarias con más posibilidades de obtener empleo, como el 91% de Medicina, la más alta de todas, o incluso de la menos exitosa de este grupo, Ingeniería agraria y agroalimentaria (83,7%). De modo que, la próxima vez que un preuniversitario esté a punto de abandonar su ilusión profesional por tratar de asegurarse un puesto de trabajo estable y un sueldo generoso, por lo menos que no lo haga engañado por un falso prejuicio. Y cuando, como historiadores del arte, escuchéis una vez más el consabido comentario, decidles que es posible que no seáis millonarios, al igual que ellos tampoco lo serán, pero que vosotros tuvisteis la valentía de tomar una decisión, y que no cambiasteis la vocación profesional por la falsa promesa de una seguridad que probablemente no existe. |